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Parroquia de San Julián de los Prados

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30/3/24

Sábado Santo

Lecturas del Antiguo Testamento

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 

Gn 1, 1-2, 2

    Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Dijo Dios:

    «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».

    Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.

    Dios los bendijo; y les dijo Dios:

    «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».

    Y dijo Dios:

    «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».

    Y así fue.

    Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Salmo
Sal 103.

    R. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra

Segunda lectura 

Lectura del libro del Génesis 

Gn 22, 1-18

    En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: «¡Abrahán!».

    El respondió: «Aquí estoy».

    Dios dijo: «Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».

    Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

    Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».

    Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre».

    Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío».
    
    El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?».

    Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.

    Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!».

    Él contestó: «Aquí estoy».

    El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».

    Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

    Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».

    El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:

    «Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».

Salmo
Sal 15.

    R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.

 Tercera lectura

Lectura del libro del Éxodo 

Ex 14, 15 - 15, 1

    En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:

    «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».

    Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes.

    Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente.

    Los egipcios dijeron: «Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto».

    Luego dijo el Señor a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».

    Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en medio del mar.

    Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó.

    Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda.

    Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

    Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor:


Salmo
Sal 15.

    R. Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria

 Cuarta lectura

Lectura del libro de Isaías 

Is 54, 5-14

    Quien te desposa es tu Hacedor:  su nombre es Señor todopoderoso.

    Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra».

    Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada —dice tu Dios—.

    Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.

    En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero —dice el Señor, tu libertador—.

    Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte.

    Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz —dice el Señor que te quiere—.

    ¡Ciudad afligida, azotada por el viento, a quien nadie consuela!

    Mira, yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; haré tus almenas de rubí, tus puertas de esmeralda, y de piedras preciosas tus bastiones.

    Tus hijos serán discípulos del Señor, gozarán de gran prosperidad tus constructores.

    Tendrás tu fundamento en la justicia: lejos de la opresión, no tendrás que temer; lejos del terror, que no se acercará.


Salmo
Sal 29.

    R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Quinta lectura

Lectura del libro de Isaías 

Is 55, 1-11

   Esto dice el Señor: 

«Sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche.

¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?

Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.

Inclinad vuestro oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.

Sellaré con vosotros una alianza perpetua, las misericordias firmes hechas a David: lo hice mi testigo para los pueblos, guía y soberano de naciones.

Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; porque el Señor tu Dios, el Santo de Israel te glorifica.

Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca.

Que el malvado abandone su camino, y el malhechor sus planes; que se convierta al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos —oráculo del Señor—.

Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes.

Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».


Salmo
Sal 5.

    R. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Sexta lectura

Lectura del libro de Baruc 

Bar 3, 9-15. 32-4, 4

   Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído y aprende prudencia.

    ¿Cuál es la razón, Israel, de que sigas en país enemigo, envejeciendo en tierra extranjera; de que te crean un ser contaminado, un muerto habitante del Abismo?

    ¡Abandonaste la fuente de la sabiduría!

    Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre.

    Aprende dónde está la prudencia, dónde el valor y la inteligencia, dónde una larga vida, la luz de los ojos y la paz.

    ¿Quién encontró su lugar o tuvo acceso a sus tesoros?

    El que todo lo sabe la conoce, la ha examinado y la penetra; el que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz y le obedece, la llama y acude temblorosa; a los astros que velan gozosos arriba en sus puestos de guardia, los llama, y responden: «Presentes», y brillan gozosos para su Creador.

    Este es nuestro Dios, y no hay quien se le pueda comparar;rastreó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, se lo mostró a su amado, Israel.

    Después apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres.

    Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán.

    Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina al resplandor de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero.

    ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!


Salmo
Sal 18.

    R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Séptima lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 

Ez 36, 16-28

   Me vino esta palabra del Señor:

    «Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba. Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos. Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países. Los he juzgado según su conducta y sus acciones.

    Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra”.

    Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido.

    Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios:

    No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis.

    Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos.

    Reconocerán las naciones que yo soy el Señor —oráculo del Señor Dios—, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad.

    Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.

    Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

    Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

    Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”».


Salmo
Sal 41.

    R. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Lecturas del Nuevo Testamento

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 

Ro 6, 3-11

    Hermanos:

    Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.

    Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

  Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.

    Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.

    Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Evangelio del día 
Lectura del santo evangelio según San Marcos
Mc 16, 1-7

    “No está aquí. Ha resucitado"

    Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:

    – «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»

    Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.

    Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:

    – «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.

    Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.»

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